11 de Diciembre de 2024
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diciembre 9, 2024 9 min
Envejecimiento de la población y futuro del trabajo: un desafío global que requiere mirar a largo
Prolongar las vidas laborales, atraer talento extranjero y acelerar la automatización son estrategias clave frente al envejecimiento de la población, pero ¿serán suficientes para garantizar un futuro sostenible?
El envejecimiento de la población representa uno de los desafíos más significativos para muchas economías desarrolladas, con profundas implicaciones en la estructura y dinámica de sus mercados laborales. En países como el nuestro, la confluencia de una baja natalidad con un aumento en la esperanza de vida ha transformado radicalmente la demografía, afectando tanto el empleo como las estructuras económicas y sociales subyacentes.
Tal como recientemente han dejado en evidencia la estadística continua de población y el informe de indicadores demográficos básicos que elabora el Instituto Nacional de Estadística, a pesar de que la llegada de inmigrantes ha permitido que la población residente en nuestro país esté actualmente en máximos históricos, rozando los 49 millones de habitantes, esta «savia nueva» no ha logrado contrarrestar del todo la tendencia hacia una población envejecida.
Entre los desafíos, más allá de provocar cambios en el tipo de bienes y servicios que demandan los consumidores, el envejecimiento poblacional afecta a la sostenibilidad de los sistemas públicos de previsión social, la disponibilidad de capital humano y a la salud y bienestar de los trabajadores, unos retos que impactan directamente en las dinámicas del mercado de trabajo y frente a los cuales gobiernos y empleadores están desarrollando estrategias en tres frentes principales: la prolongación de las vidas laborales, la incorporación de trabajadores extranjeros, y el aprovechamiento de los últimos avances tecnológicos.
Trabajaremos más años
Una de las respuestas más comunes frente al envejecimiento poblacional consiste en incentivar a los trabajadores a permanecer activos durante más tiempo, retrasando la edad de jubilación a cambio de mejoras en sus pensiones. Esta estrategia se basa en la lógica de que, al extender la vida laboral, se reduce la presión sobre los sistemas de pensiones. Además, la permanencia prolongada en el empleo de los trabajadores de más edad contribuye a la continuidad de la actividad económica y a preservar el conocimiento acumulado dentro de las organizaciones, al tiempo que permite que las personas mayores mantengan su independencia económica y un sentido de propósito en la vida.
Por ejemplo, en China, cuya población lleva disminuyendo desde 2022 como consecuencia de la política de hijo único vigente en el país asiático entre 1979 y 2025, el gobierno anunció hace unos meses un aumento progresivo de la edad de jubilación de los trabajadores. A partir del próximo año, la edad de jubilación para las mujeres aumentará gradualmente de 50 a 55 años si tienen empleos manuales, y de 55 a 58 años si ocupan puestos administrativos, mientras que para los hombres se incrementará de 60 a 63 años.
Además, algunos países han introducido cambios normativos que permiten a las personas que reúnen ciertos requisitos compatibilizar el cobro de una pensión con el trabajo remunerado, dando lugar al fenómeno de los working pensioners, como se les conoce en los países anglosajones. En nuestro país, donde las personas mayores de 55 años ya suponen el 21% de la población activa después de haber aumentado un 63% en la última década, el acuerdo sobre la jubilación activa firmado por la Mesa de Diálogo Social de Seguridad Social constituye un buen ejemplo de esta tendencia.
Sin embargo, el alargamiento de la vida laboral de las personas, aunque puede contribuir a aliviar los efectos del envejecimiento de la población, también plantea importantes desafíos. Por un lado, no todos los sectores permiten que las personas trabajen hasta edades avanzadas debido a la naturaleza de ciertas ocupaciones. Por otro, para que los trabajadores mayores continúen siendo productivos y consigan adaptarse a un entorno laboral en constante cambio, es fundamental garantizar la formación continua y el desarrollo de nuevas habilidades. Además, los gobiernos y los empleadores necesitan desarrollar políticas que promuevan la flexibilidad laboral, la ergonomía y el bienestar general de los empleados mayores. En esta línea, muchas empresas han empezado a implementar modelos de trabajo híbrido, horarios reducidos o adaptan sus procesos y el diseño de los lugares de trabajo para que los trabajadores mayores puedan seguir contribuyendo sin comprometer su salud y bienestar, mientras que países como Alemania y Japón han implementado programas específicos de capacitación en habilidades digitales y mentoría intergeneracional, que no solo permiten a los empleados mayores seguir siendo parte de la fuerza laboral, sino que también facilitan la transferencia de conocimiento y experiencia a las generaciones más jóvenes.
Más trabajadores extranjeros
Una segunda estrategia para mitigar la disminución de la fuerza de trabajo como consecuencia del envejecimiento poblacional está siendo la incorporación de trabajadores extranjeros. En los últimos años, numerosos países han flexibilizado sus políticas migratorias para facilitar la entrada en sus territorios de personas procedentes de otros Estados que puedan cubrir las carencias del mercado laboral local y mitigar los problemas que tienen las empresas para conseguir las personas que necesitan. Además, la llegada de trabajadores extranjeros contribuye a la diversidad cultural de equipos y organizaciones, lo cual puede favorecer la innovación y la diferenciación de las empresas, aunque, como ya sabemos, este beneficio no es automático, sino que requiere que los empleadores creen contextos de seguridad psicológica donde las personas sientan que la organización y el equipo son entornos donde no corren riesgos si expresan sus diferencias.
Por el momento, España se ha convertido en uno de los principales destinos migratorios de Europa. En el segundo trimestre de 2024, dos tercios del crecimiento del empleo correspondieron a personas con nacionalidad extranjera o doble nacionalidad, quienes ya representan el 20% de la población ocupada. Sin embargo, el Banco de España ya ha advertido que el potencial de la inmigración para frenar el envejecimiento es limitado. En concreto, se necesitarían 37 millones de inmigrantes para mantener la tasa de dependencia estable en el 26,6% actual durante los próximos 30 años.
Por otro lado, tal como sucede con el alargamiento de las vidas laborales, a pesar de sus beneficios, la incorporación de trabajadores extranjeros también presenta desafíos significativos. La integración social y cultural es un proceso complejo que implica tanto el ámbito comunitario como el lugar de trabajo. Además, la percepción pública de que los inmigrantes compiten con los nacionales por unos empleos escasos, aunque no sea cierta, puede generar tensiones sociales. La última edición del estudio ‘What Worries the World’ de Ipsos, del mes de septiembre, refleja que la preocupación por la inmigración en España ha alcanzado su nivel más alto de la última década, situándose en un 30%. Esta preocupación ha aumentado 10 puntos desde agosto y 19 puntos respecto a septiembre de 2023, lo que nos sitúa como el cuarto país europeo más preocupado por la inmigración, por detrás de Reino Unido, Países Bajos y Alemania.
Los requisitos legales y la burocracia relacionados con la contratación de extranjeros también son obstáculos que dificultan la integración efectiva de las personas inmigrantes. Por lo tanto, resulta crucial que tanto los gobiernos como los empleadores promuevan políticas y prácticas inclusivas que faciliten la integración y fomenten un entorno laboral diverso y equitativo. Países como Canadá y Australia han implementado políticas migratorias proactivas que buscan atraer talento altamente cualificado, ofreciendo residencias permanentes y facilitando la integración a largo plazo de los trabajadores extranjeros, mientras que, en Europa, Alemania ha flexibilizado sus leyes migratorias para atraer a trabajadores cualificados, reconociendo que la migración es esencial para garantizar la sostenibilidad económica. Sin embargo, en nuestro país la mayor parte de estos inmigrantes se concentra en empleos de baja cualificación, lo que limita su contribución al crecimiento de la productividad a largo plazo, y a esto debemos sumar el problema de la inmigración irregular. Según los datos del Ministerio del Interior, en lo que va del año hasta el 15 de agosto, habían llegado a España un total de 31.155 personas en situación irregular, un incremento del 66% respecto al mismo periodo del año anterior, que nos sitúa, detrás de Grecia, como el segundo país mediterráneo con mayor incremento en las entradas irregulares de migrantes en 2024.
La tecnología al rescate
Una tercera estrategia para mitigar el impacto del envejecimiento de la población es el uso intensivo de tecnologías avanzadas. Por ejemplo, en sectores como la manufactura, la logística y el servicio al cliente, los avances en robótica e inteligencia artificial están reemplazando algunos puestos de trabajo o bien potenciando la productividad de los trabajadores existentes.
Así, en la industria de automoción, empresas como BMW están explorando el uso de robots humanoides como el Figure 02, que ya ha demostrado su capacidad de insertar piezas de metal en estructuras específicas durante una prueba que el fabricante alemán ha llevado a cabo en su planta de Spartanburg, que permitirán a sus trabajadores humanos centrarse en tareas de mayor valor añadido y físicamente menos exigentes. En este sentido, no es casualidad que varios de los principales contendientes en el mercado de esta clase emergente de robots sean empresas chinas, un país que, como hemos visto, sabe que el dividendo demográfico que permitió su expansión económica tiene los días contados.
Japón, un país donde la población en edad de trabajar cayó de 87 millones en 1993 a 75,3 millones en 2018 y continúa disminuyendo, es otro caso interesante. En julio el Ministerio de Transporte y Turismo de ese país anunciaba un ambicioso proyecto de ingeniería consistente en el desarrollo de un sistema subterráneo de transporte automatizado entre Tokio y Osaka. Este proyecto, que algunos comparan con una cinta transportadora de sushi a gran escala, aliviará la presión sobre las carreteras del país y reducirá las emisiones que genera el transporte aunque, según el gobierno japonés, el problema más grande que resuelve es la falta de camioneros debida, precisamente, al envejecimiento de estos trabajadores.
En este país también se está empezando a utilizar robots para el cuidado de personas mayores, una práctica que probablemente pronto se extenderá a otras geografías. Por el momento, estos autómatas proporcionan asistencia en tareas diarias, contribuyendo a mejorar la autonomía y calidad de vida de las personas de más edad. Sin embargo, pronto veremos robots todavía más potentes, como el modelo NEO Beta, desarrollado por la empresa noruega 1X, ayudando a personas mayores en tareas domésticas más complejas, facilitando su movilidad o recordándoles cuándo tienen que tomar sus medicamentos. Unos robots que, por otro lado, pueden contribuir al bienestar de las personas de cualquier edad al reducir sus cargas domésticas además de plantear una interesante oportunidad para mejorar la calidad de vida de las personas que deben compatibilizar su trabajo con el cuidado de personas dependientes.
De todas maneras, la automatización no es la única vía a través de la cual los avances tecnológicos pueden mitigar los efectos del envejecimiento en el mercado laboral. La inteligencia artificial, por ejemplo, está desempeñando un papel clave en el reskilling de trabajadores de mayor edad, ayudándoles a adquirir habilidades que les permitan mantenerse empleables en un entorno laboral en constante evolución. Además, estas herramientas tecnológicas pueden facilitar la inclusión de personas mayores en empleos que antes podrían haber estado fuera de su alcance, gracias a soluciones como interfaces intuitivas o sistemas que asisten en tareas complejas. Por otro lado, la IA también puede acelerar la integración de trabajadores inmigrantes en el mercado laboral, mediante sistemas avanzados de traducción automática que eliminan barreras lingüísticas y culturales, fomentando una colaboración más efectiva en equipos diversos y multiculturales. Como tampoco nos podemos olvidar de las numerosas soluciones de base tecnológica que están surgiendo en el mercado para mejorar el bienestar físico, psicológico y financiero de unas personas que probablemente vivirán vidas más largas que sus padres, y de las que son buen ejemplo las recientemente galardonadas con los premios del Prospering in Longevity Challenge, una iniciativa de Manulife y el Foro Económico Mundial que busca promover la salud preventiva y el bienestar financiero, permitiendo que personas de todas las generaciones prosperen y disfruten de una vida larga, plena y financieramente resiliente.
¿A dónde nos lleva todo esto?
La convergencia de estrategias como la prolongación de las vidas laborales, la incorporación de trabajadores extranjeros y la aceleración de la automatización plantea un panorama lleno de retos y oportunidades para empleadores, trabajadores, gobiernos y la sociedad en general. Estas medidas no solo buscan paliar los efectos inmediatos del envejecimiento poblacional, sino también sentar las bases para un futuro sostenible. Sin embargo, los desafíos asociados no son menores y, como sucede frecuentemente cuando nos enfrentamos a situaciones complejas, requieren un enfoque sistémico.
Para los empleadores, estas estrategias exigen transformaciones profundas en sus prácticas de gestión de personas. La prolongación de la vida laboral obliga a las empresas a adaptar sus políticas, procesos y espacios de trabajo para atender las necesidades de una fuerza laboral más diversa en edad, pero también a cuestionar los estereotipos generacionales que todavía presiden las iniciativas que impulsan muchas empresas en este ámbito. En paralelo, la incorporación de trabajadores extranjeros requiere una atención especial a la gestión de la diversidad y la creación de entornos inclusivos y psicológicamente seguros, mientras que la adopción de tecnologías avanzadas plantea la necesidad de reskilling y upskilling para garantizar que los trabajadores puedan sacarle el mejor partido a unas herramientas tecnológicas cada día más potentes.
En cuanto a los trabajadores, la extensión de la vida laboral y la automatización generan incertidumbre y tensiones. Por un lado, las personas mayores deben hacer frente al desafío de mantener su empleabilidad en un mercado laboral en constante evolución, lo que a menudo les requiere aprender nuevas habilidades digitales. Por otro lado, la automatización, aunque reduce la carga física de ciertas tareas y el tiempo necesario para hacer otras, plantea la posibilidad de desplazamiento laboral, especialmente en empleos de baja cualificación, lo que afecta más a ciertos segmentos de la población, incluidos los inmigrantes que suelen ocupar estas posiciones.
Para los gobiernos, el envejecimiento poblacional y estas estrategias asociadas suponen una presión considerable sobre las políticas públicas. Garantizar la sostenibilidad de los sistemas de pensiones y de salud, gestionar los flujos migratorios de forma eficaz y justa, y regular el impacto de la automatización en el empleo y en el bienestar de los ciudadanos son tareas titánicas que requieren visión de futuro y colaboración con todos los agentes implicados. Además, es esencial invertir en educación y formación continua para preparar a los trabajadores actuales y futuros para una economía cada vez más automatizada y globalizada.
Por último, a nivel de sociedad, el envejecimiento poblacional y las estrategias con las que empresas y gobiernos están respondiendo a este fenómeno demográfico plantean cuestiones éticas y sociales complejas. ¿Cómo garantizar que las políticas de jubilación activa sean justas para todos? ¿De qué manera podemos asegurar que la inmigración se gestiona con sensibilidad, evitando la exclusión o las tensiones sociales? ¿Qué papel deben jugar las empresas y los gobiernos en la redistribución de los beneficios derivados de la automatización para evitar un aumento en la desigualdad?
En cualquier caso, necesitamos contemplar estas estrategias no como soluciones definitivas, sino como medidas paliativas en un período de transición hacia una nueva era. La clave estará en abordar estos desafíos desde un enfoque holístico que integre las necesidades económicas, sociales y del propio planeta, teniendo presente que las decisiones que tomemos hoy determinarán cómo será la sociedad que heredarán nuestros hijos.
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