El futuro del trabajo puede ser más humano. Suena paradójico en una época caracterizada por la aparentemente imparable automatización del trabajo humano, pero la realidad es que, justo ahora, muchas empresas empiezan a descubrir lo mucho que su competitividad depende de sus personas. La competitividad de una empresa ya no es cosa de asegurarse la posesión o el control de recursos inimitables o no sustituibles, que permiten a la compañía diseñar y llevar a la práctica estrategias que a sus competidores les resulta difícil copiar, sino que depende del potencial de la organización de renovar sus capacidades en linea con los cambios que experimenta el entorno, adaptando, integrando, y reconfigurando cuando es preciso habilidades, recursos y competencias tanto internas como externas. Para sobrevivir en un entorno en continuo cambio las organizaciones