20 de Noviembre de 2024
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octubre 21, 2019 9 min
El futuro del capital humano del mundo nos lo jugamos hoy
El Human Capital Index del Banco Mundial nos alerta de los riesgos que supone para todos la falta de inversión en salud y educación en los países en desarrollo
“Cuando puedes medir de lo que estás hablando y expresarlo en números, sabes algo al respecto; pero cuando no puedes medirlo, cuando no puedes expresarlo en números, tu conocimiento es escaso e insatisfactorio”.
Esta idea, expresada a finales del siglo XIX por el matemático y físico William Thompson, es la que subyace detrás del Human Capital Project del Banco Mundial, un programa de promoción, medición y trabajo analítico para crear conciencia y aumentar la demanda de intervenciones y proyectos para desarrollar el capital humano en todo el mundo, en particular en aquellos países donde los gobiernos no están haciendo lo suficiente.
Entre los tres componentes del proyecto (un índice que permite comparar el capital humano de los países, un programa de medición e investigación para informar la acción política, y un programa de apoyo a las estrategias nacionales para acelerar la inversión en capital humano) quiero dedicar este post al primero de ellos: una nueva métrica internacional, denominada Human Capital Index, que permite comparar el capital humano de distintos países.
Este índice responde a la idea de que una buena medición del impacto de los niveles de educación y salud en la productividad futura de los trabajadores de un país es esencial para poder hacer las investigaciones y los análisis necesarios para luego diseñar políticas que mejoren de manera efectiva su capital humano. Además, al poner el foco en los resultados y facilitar la comparativa entre países, resulta más relevante que otras métricas para los responsables políticos que diseñan e implementan intervenciones para mejorar estos resultados.
Este índice mide el capital humano de cada país en términos de la productividad que previsiblemente alcanzará la próxima generación de trabajadores
Por otra parte, debido a que este índice mide el capital humano de cada país en términos de la productividad que previsiblemente alcanzará la próxima generación de trabajadores en relación con la que se lograría en un escenario de educación completa y salud plena, resulta muy fácil de interpretar. Si el valor del índice para un país un año es ‘x’, esto significa que la productividad futura esperada de un niño nacido ese año en ese país es tan solo una fracción ‘x’ de lo que sería en ese escenario de educación completa y salud plena. Es decir, que el Human Capital Index de España sea 0,74 significa que la productividad futura de los niños nacidos en nuestro país en 2018 previsiblemente será solo el 74% de lo que sería en ese escenario casi utópico de educación completa y salud plena.
En el fondo, lo que hace este índice no es más que seguir la trayectoria de un niño promedio nacido en un año determinado en un país determinado, desde su nacimiento hasta la edad adulta, cuantificando diferentes hitos en esta trayectoria y sus consecuencias para su productividad cuando se convierta en un trabajador.
Por ejemplo, en los países más pobres, existe un riesgo significativo de que el niño ni siquiera llegue a cumplir cinco años. Incluso si llega a la edad escolar, existe un riesgo adicional de que no comience la escuela, y todavía mayor de que no complete la educación secundaria, que es la norma en los países ricos. A esto hay que sumar que el tiempo que pasará en la escuela puede traducirse de manera desigual en términos de aprendizaje, dependiendo de la calidad de sus maestros y escuelas, y del apoyo que recibe de su familia. Y encima, cuando llegue a adulto, muy posiblemente arrastrará las consecuencias de problemas de salud y nutrición sufridos en la infancia, que limitarán sus habilidades físicas y cognitivas y puede que también su productividad como trabajador.
Respecto a la fórmula de cálculo, el índice es el resultado de multiplicar cuatro métricas: una métrica de si los niños sobreviven desde el nacimiento hasta la edad escolar (5 años); una métrica de los años esperados de escolarización, ajustada teniendo en cuenta la calidad de la educación en el país (aprendizaje y capacitación); y dos métricas generales de salud: la tasa de retraso en el crecimiento y la tasa de supervivencia de adultos.
El índice tiene en cuenta los años de escolarización pero también tiene en cuenta la calidad de esa educación, en términos del nivel de capacitación o el aprendizaje alcanzado por los estudiantes.
De todas esas métricas merece la pena destacar la forma en que este nuevo índice valora el nivel de educación de un país. El índice tiene en cuenta los años de escolarización que el niño puede esperar alcanzar antes de cumplir los 18 años (el mejor resultado posible ocurre cuando los niños permanecen en la escuela durante 14 años) pero, a diferencia de lo que observamos en muchos estudios académicos que miden el capital humano, el Human Capital Index del Banco Mundial también tiene en cuenta la calidad de esa educación, en términos del nivel de capacitación o el aprendizaje alcanzado por los estudiantes de cada país. Es decir, no son solo los años en que los niños permanecen escolarizados, sino también la calidad de la educación que reciben durante esos años.
De hecho, observamos que las diferencias por lo que se refiere al nivel de aprendizaje y capacitación son tanto o más dramáticas que las diferencias por lo que respecta a los años que los niños permanecen en la escuela. Por ejemplo, en Singapur, el 98 por ciento de los estudiantes alcanzan el nivel de referencia internacional de competencia básica para la escuela secundaria, mientras que en Sudáfrica solo el 26 por ciento de los estudiantes cumple con ese estándar. Respecto a esta cuestión, hay que destacar también que el Banco Mundial y sus socios están desarrollando una nueva base de datos de puntajes de pruebas internacionales de rendimiento de estudiantes que cubre alrededor de 160 economías y armonizará los resultados de las distintas pruebas internacionales y regionales, permitiendo comparar lo que aprenden los niños en diferentes países.
Para acabar, mencionar que los diez países que lideran el ranking del Human Capital Index son, por este orden, Singapur (0,88), Corea del Sur (0,84), Japón (0,84), Hong Kong (0,82), Finlandia (0,81), Irlanda (0,81), Australia (0,80), Suecia (0,80), Holanda (0,80) y Canadá (0,80). En el otro extremo, cierran la lista Chad (0,29), Sudán del Sur (0,30), Níger (0,32), Mali (0,32), Liberia (0,32), Nigeria (0,34), Sierra Leona (0,35), Mauritania (0,35), Costa de Marfil (0,35) y Mozambique (0,36).
Una ‘foto’ preocupante por sí sola, pero que todavía lo es más si tenemos en cuenta las tendencias demográficas globales y pensamos en cómo será el capital humano del conjunto del mundo dentro de 20 años. Lo más probable es que para entonces una mayor proporción de la fuerza de trabajo del planeta estará compuesta por personas procedentes de países que ahora ocupan el vagón de cola del Human Capital Index. Unas personas que, si no hacemos nada al respecto, sufrirán en su vida laboral las consecuencias de las carencias de educación y salud que padecen hoy siendo niños. Y no hace falta explicar que esto no es bueno para nadie…
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