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marzo 29, 2019 9 min

El cambio climático y el futuro del trabajo

Entre las consecuencias del cambio climático empezamos vislumbrar sus efectos en el mundo del trabajo.

Jordi Serrano

Un contenido de Jordi Serrano

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El movimiento FridaysForFuture, impulsado por la joven activista noruega Greta Thunberg, recientemente nominada al premio Nobel de la Paz, constituye la última muestra de la creciente reacción de la sociedad ante el deterioro del medioambiente y más en particular a los efectos del cambio climático. En esta ocasión son los más jóvenes los que lideran un movimiento que con toda probabilidad irá a más en los próximos años. Los herederos del planeta están tomando consciencia del estado en que se lo hemos dejado y no les gusta nada.

Empezamos a comprender como funcionaba el calentamiento global a finales del siglo XIX (como curiosidad, uno de los primeros en levantar la alarma fue el científico Svante Arrhenius, un lejano pariente de Greta). Desde entonces hemos acumulado décadas de pruebas que demuestran sin lugar a duda que este peligroso mecanismo está en marcha.

A pesar de los esfuerzos de algunos negacionistas tan relevantes como el propio presidente Donald Trump, el consenso en la comunidad científica es casi total, al contar con el respaldo de un 97% de los científicos dedicados a estudiar el clima que tienen muy clara la principal causa del problema: la emisión de gases de efecto invernadero, entre los que destaca el CO2 generado al quemar combustibles fósiles. Estos gases generados en nuestra actividad diaria, al acumularse en la atmósfera, impiden que el calor escape del planeta incrementando la temperatura global poco a poco.

Hemos estado emitiendo cada vez más gases de este tipo y, a pesar de la lista creciente de señales de aviso, no hemos sido capaces de cambiar la tendencia. Por el contrario, hemos alcanzado en 2018 el récord de emisiones de CO2 incumpliendo flagrantemente con los Acuerdos de París que en 2015 parecían arrojar un rayo de esperanza.

Como consecuencia, la temperatura promedio del planeta ha aumentado prácticamente un grado desde 1900. Esto puede parecer poco a primera vista, pero estamos muy cerca de los 1,5ºC de aumento, que es el límite de seguridad para evitar impactos más graves según el último informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) de Octubre 2018. Algunos científicos incluso nos advierten que podríamos cruzar esa peligrosa línea en una fecha tan cercana como 2030.

Las consecuencias previstas a nivel mundial son múltiples: episodios atmosféricos extremos, expansión de enfermedades tropicales, aumento del nivel del mar, acidificación de los océanos o desertificación de algunas zonas entre muchas más. En España, uno de los países de la UE más afectados, ya empezamos a notar sus efectos. Por ejemplo en los veranos, que duran cinco semanas más que en los años 80, o en el incremento en 30.000 km2 de la superficie semiárida del país (una extensión equivalente a la de Galicia).

Y entre todos estos efectos, empezamos también a vislumbrar las consecuencias en el mundo del trabajo, que son de muy variada índole.

El 34% de los empleos de la OCDE dependen directamente de la salud de los ecosistemas (por ejemplo la agricultura o la pesca), y muchos otros requieren cierta estabilidad climática para poder garantizar unas condiciones de trabajo adecuadas. Además, otros sectores están relacionados con la meteorología de manera más indirecta como es el caso del turismo, un sector clave para la economía española.

En un reciente informe la Organización Internacional del Trabajo nos advierte que en los primeros quince años del siglo se han perdido 23 millones de años en jornadas de trabajo en el conjunto de los países miembros del G20 por causas relacionadas con el deterioro medioambiental y que los aumentos de temperatura previstos pueden reducir en otro 2% las horas de trabajo alrededor de 2030.

Además, el calentamiento global puede provocar en algunos lugares condiciones difíciles que estimulen migraciones de población que, por supuesto, tienen consecuencias también en el mundo del trabajo.

Aunque no todo son malas noticias. Los trabajos de adaptación al nuevo escenario generarán nuevas oportunidades: En 2017 se superó por primera vez la cifra de diez millones de empleados en el sector de las energías renovables, y este número se espera que crezca de manera importante en los próximos años.

Pero en los sectores más vinculados a la ‘vieja economía’ de los combustibles fósiles van a ser necesarios esfuerzos de reciclaje profesional y ayudas que faciliten el tránsito de los viejos empleos a los nuevos. Los sindicatos han acuñado para ello el término ‘Transición Justa’, que implica proporcionar soporte a los que pueden quedar atrás, como es el caso del acuerdo alcanzado en España en el caso de los trabajadores del carbón.

Si las empresas quieren mantenerse conectadas con los más jóvenes– sus futuros empleados y clientes – deberán mostrar sensibilidad por este tema

Más allá de estos efectos a nivel macro en el trabajo, en un momento en que la palabra del año de 2018 del Oxford Dictionary ha sido justamente ‘Toxic’, lo que parece claro es que si las empresas quieren mantenerse conectadas con los más jóvenes– sus futuros empleados y clientes – deberán mostrar sensibilidad por este tema.

En este sentido, la firma de más de 27.000 estudiantes franceses de un manifiesto en el que advierten de lo difícil que les resultaría llevar una vida cuidadosa con el planeta y a la vez trabajar para empresas contaminantes es una llamada de atención. Como también lo es la charla TED de Greta y las palabras con que termina: “Todo debe cambiar, y hay que empezar hoy”.

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