20 de Noviembre de 2024
Hace 10 años escribí en este blog una entrada sobre el fenómeno Bring Your Own Device, conocido también por sus siglas B.Y.O.D.
Desde que un par de años antes Intel reconociese públicamente la tendencia de sus empleados de traer sus propios teléfonos inteligentes, tabletas y ordenadores al trabajo y conectarlos a la red corporativa, esta práctica, inicialmente rechazada por muchas compañías por razones de seguridad, había ido ganando adeptos en el mundo corporativo.
Entre las ventajas de permitir a sus empleados utilizar sus propios dispositivos en su trabajo, las empresas que adoptaban esta práctica señalaban: a) ganancias de productividad, dada la mayor experiencia de esas personas utilizando sus dispositivos; b) ahorros de costes, ya que normalmente los usuarios aportaban dispositivos superiores a los que la empresa hubiese seleccionado; y c) mejoras en la satisfacción de los usuarios, al tener estos la posibilidad de emplear los dispositivos de su elección en lugar de los escogidos por la empresa.
Por el lado de los inconvenientes, los riesgos de seguridad estaban (y están) ahí, pero progresivamente fueron apareciendo soluciones para prevenir muchos de ellos, al tiempo que las empresas establecían políticas a este respecto.
Diez años después, y a pesar de que el B.Y.O.D. no se ha convertido en la norma, ni mucho menos, he encontrado sugerente el concepto de Bring Your Own Environment (B.Y.O.E.), que Michael Biltz, director de Accenture Technology Vision, planteaba hace unos días en este artículo publicado en TechCrunch, y que, en cierta manera, es una ampliación de aquella idea del B.Y.O.D.
Este nuevo fenómeno es consecuencia directa de la experiencia de teletrabajo que muchos trabajadores y empresas hemos vivido desde que se declaró la pandemia de COVID-19 a principios de 2020. Durante este tiempo, no es que los profesionales llevasen sus propios smartphones o sus ordenadores a su lugar de trabajo y los conectasen a la red corporativa como hacían en 2011, sino que nos conectábamos desde el dispositivo que podíamos (corporativo o no) desde nuestros hogares, donde esos dispositivos convivían con otros elementos tecnológicos como redes domésticas, consolas de juegos, auriculares, televisiones inteligentes, asistentes virtuales, sistemas domóticos, y así un largo etcétera. Es así como el B.Y.O.D. se convirtió en B.Y.O.E. Una tendencia que, según Biltz, ha venido para quedarse.
Después de meses trabajando desde sus hogares, las personas demandan libertad para poder trabajar en el entorno que sea mejor para ellas, ya sea su hogar, la oficina, un tercer espacio como un centro de coworking, un establecimiento de hostelería o una biblioteca, o una combinación de todos ellos. Lo importante, señala Biltz, es que los líderes de las empresas entiendan que se trata de una tendencia a la que deben adaptarse en lugar de luchar contra ella.
Entre las ventajas del B.Y.O.E. podemos subrayar las mismas que hace diez años señalaban los defensores del B.Y.O.D.: mayor productividad, menores costes, empleados más satisfechos. Pero ahora a esto debemos sumarle que, con el B.Y.O.E., el entorno personal de trabajo de las personas que forman la empresa, aunque este se encuentre en su domicilio particular, se convierte en una pieza clave de su “experiencia como empleados”.
Esto necesitan tenerlo muy en cuenta los empleadores en un contexto donde los trabajos que realizan sus colaboradores son más complejos y, por tanto, el desempeño de estos es más variable, y en un mercado de trabajo caracterizado por importantes desequilibrios entre oferta y demanda. Por ejemplo, las empresas necesitan encontrar vías creativas que les permitan, respetando la normativa aplicable y sin que las personas lo interpreten como una intromisión en su vida privada, aplicar principios de analítica del lugar de trabajo a esos espacios situados fuera de las instalaciones de la empresa, para comprender como los entornos de trabajo de los empleados impactan en su experiencia y en su productividad.
Al mismo tiempo, los equipos de ciberseguridad de las empresas ya no pueden limitarse a velar por que el ordenador personal del trabajador que realiza su actividad laboral fuera de la oficina esté debidamente protegido, sino que deben tener en cuenta el resto de los dispositivos con los que convive ese ordenador dentro del entorno de trabajo del empleado.
Una vez sentadas esas bases, argumenta Biltz, las empresas pueden aprovechar el poder del B.Y.O.E. ya no solo para mejorar la experiencia de sus empleados, su productividad y su compromiso, sino también para transformar su modelo operativo integrando tecnologías emergentes con los modelos organizativos más distribuidos que propicia este enfoque.
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Imagen Nicki Dugan Pogue bajo licencia Creative Commons
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