17 de Diciembre de 2024
La nacionalidad de las personas influye en cómo otros perciben su capacidad de liderazgo
abril 22, 2024 9 min
El recurso más codiciado y escaso en un mundo saturado de información.
Un mundo rico en información genera a su vez escasez del recurso principal que esta consume: la atención. Ya en 1971, el economista Herbert Simon destacó este fenómeno, mucho antes de la popularización de los ordenadores domésticos, Internet y las redes sociales. Simon acuñó el término ‘economía de la atención’, consciente de que la atención comenzaba a constituirse como el bien escaso por el cual competirían los diversos productores de contenido.
Con la llegada de los smartphones y las redes sociales, emergieron modelos de negocio basados en la publicidad que, aunque aparentemente gratuitos, realmente cobran a los usuarios con la nueva divisa: su atención. Este ‘pago’ se efectúa mediante la estimulación constante de dopamina en los cerebros de los usuarios, evolucionados durante millones de años para sobrevivir en un entorno muy distinto. Nos encontramos en el mundo de los titulares ‘click-bait’, el ‘scroll’ interminable y los videos de pocos segundos, todo alimentado por algoritmos diseñados para mostrarnos incansablemente lo que más nos engancha.
A lo largo del proceso, se recopilan ingentes cantidades de datos de los usuarios, que se utilizan para perfeccionar a su vez la eficacia de estos algoritmos. Este es el modelo que ha catapultado al éxito a plataformas como Tik Tok, adoptado rápidamente por la mayoría de sus competidores.
La reciente explosión de la inteligencia artificial generativa agrega una nueva dimensión a este panorama, al reducir drásticamente los costes de producción de contenidos en cualquier formato imaginable. Esto suscita el temor de una inundación en Internet de textos, imágenes y audios, complicando enormemente la tarea de discernir entre lo bueno y lo malo, así como entre lo auténtico y lo falso. Todo este contenido generado automáticamente competirá aún más por nuestra atención.
Además, Johan Hari en su reciente bestseller ‘El valor de la atención’ (‘Stolen Focus’ en inglés), destaca que, aunque la tecnología juega un papel crucial, no es el único factor que merma nuestra capacidad de atención. Elementos menos obvios, como la nutrición inadecuada, la falta de ejercicio y sueño, o la contaminación del aire, también deterioran nuestra capacidad de concentración.
La necesidad de mantener el ritmo en un mundo que cambia rápidamente y salta de una crisis a otra, sumado al miedo a quedarse atrás (Fear of Missing Out o FOMO), nos obliga también a estar constantemente conectados a un flujo creciente de información.
Esta intoxicación de información plantea retos a todos los niveles de sociedad como la educación, la salud mental, o la mismísima democracia.
Atención y trabajo
Por supuesto el mundo laboral no es ajeno a este problema: las urgencias diarias, combinadas con una avalancha de correos electrónicos, mensajes de Slack o Teams, notificaciones telefónicas y reuniones por videoconferencia que llenan cada hueco del día, se suman a la competencia por nuestra atención, ya desafiada en otros aspectos de nuestra vida.
En cuanto al diseño de oficinas, las tendencias recientes han optado por abandonar los cubículos en favor de entornos más abiertos y dinámicos. Aunque estos cambios tienen beneficios evidentes, a menudo sino se diseñan con cuidado, no favorecen la concentración. De hecho, se da la paradoja de que, a pesar de disponer de oficinas modernas y espectaculares, muchas personas encuentran que es durante los viajes en tren o avión, donde las distracciones son menores, cuando mejor pueden concentrarse para realizar trabajos que requieren mucha atención.
Para sorpresa de nadie, trabajar en un entorno que compite constantemente por nuestra atención conlleva múltiples consecuencias.
Para empezar, las interrupciones dificultan la realización de tareas que requieren un mínimo de concentración. La neurociencia ha demostrado una y otra vez que nuestro cerebro no está diseñado para la multitarea. Estudios de expertos como Earl Miller, neurocientífico del MIT, indican que cambiar constantemente de foco reduce la productividad, aumenta la probabilidad de errores y disminuye la retención de información.
Las distracciones también obstaculizan el trabajo más creativo, que se beneficia del estado de ‘flujo’, un concepto popularizado por el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi. Este estado se alcanza cuando concentramos toda nuestra atención en la tarea que estamos realizando, haciendo que el tiempo parezca volar. Sin embargo, cada interrupción, deseada o no, nos saca de este estado de inmersión.
Además, la conexión constante y el estrés al que esta nos somete por supuesto también acarrea consecuencias respecto a la conciliación con la vida privada y la salud laboral, hasta el punto de que algunos países como Francia o España han optado por legislar a favor del ‘derecho a la desconexión’.
Mientras tanto, en su intento de manejar la saturación diaria de información, muchas personas recurren a la tecnología, que paradójicamente actúa tanto como fuente del problema como solución. Ejemplos de esto incluyen los filtros cada vez más severos con el ‘correo basura’ y las funciones integradas en algunos teléfonos para limitar su uso, mostrando cómo la tecnología puede ayudar a mitigar sus propios efectos adversos.
En esta misma línea, la implantación progresiva de los asistentes de Inteligencia Artificial como Microsoft Copilot, a los que ya es posible ordenar que contesten nuestro correo o que asistan por nosotros a una reunión de Teams para hacernos más tarde una sinopsis de lo que allí se ha hablado son ejemplos que cada vez van a convertirse en más habituales. Si hay algo que puede lidiar con grandes cantidades de información es la Inteligencia Artificial.
Aunque estos avances pueden ser útiles, su uso inapropiado podría llevar a situaciones absurdas, como un incremento inesperado en el tráfico de comunicaciones dentro de una organización. Un escenario posible sería que un asistente de IA redacte un correo electrónico elaborado que simplemente sea resumido o respondido por otro asistente de IA, resultando en máquinas comunicándose entre sí.
En el caso de la IA, la atención no parece un problema, pero sí la calidad de la información. Sólo hace falta ver el caso del abogado que fue sancionado tras detectarse información errónea en una demanda redactada con la ayuda de ChatGPT. Aunque la IA puede ayudarnos a capear el exceso de información, y es previsible que mejore en el futuro, hoy por hoy, también nos exige su cuota de atención al tener la capacidad de generar gran cantidad de información que puede esconder errores.
Una competencia individual y colectiva
Como área de gestión de personas ocuparse de generar un entorno que trate la atención como un activo escaso a conservar va a ser uno de los retos para el futuro.
Por una parte, como indica Cal Newport en su libro ‘Deep Work’, la capacidad de trabajar con foco en tareas que aporten verdadero valor está llamada a ser un ‘superpoder del siglo XXI’ y por tanto es necesario considerarla ya como una habilidad a desarrollar, capacitando para ello a las personas y dándoles las herramientas necesarias para que sean capaces de hacerlo.
Pero es fundamental tener en cuenta que a nivel de organización existe también una ‘atención colectiva’ que es necesario cultivar para que la organización sea capaz de llevar a cabo su estrategia y no vaya como ‘pollo sin cabeza’ saltando de una prioridad a otra, algo que por desgracia cada vez parece más habitual. Normalmente, los proyectos estratégicos y de valor real requieren trabajar a largo plazo y con cierta constancia.
En este aspecto, es especialmente importante el papel de los líderes como garantes de esta ‘atención colectiva’ de la organización. Para ello es necesario que estos logren depositar su propio foco en lo estratégico y ‘estar presentes’ ante sus colaboradores. Una señal clara de mala salud de una organización es constatar que sus líderes no disponen de tiempo para pensar en nada más allá de lo inmediato, ni de dedicar el tiempo necesario a sus equipos.
Si la información es valor y la atención un recurso escaso, será importante establecer mecanismos de captura y análisis de la información que ayuden a las personas a separar “el grano de la paja” con independencia y rigor.
Neal Stephenson, el escritor de ciencia ficción que inventó el término ‘Metaverso’ imaginaba en Fall, uno de sus últimos libros, un mundo distópico donde los poderosos tenían a su disposición ‘curadores de información’ humanos que les permitían discernir la calidad de la información, mientras que la población general recibía las noticias según algoritmos que primaban únicamente los intereses del momento. Quizá no estemos tan alejados de esto y la función de curadores de información especializados se vuelve más necesaria para navegar eficazmente por el creciente mar de información y garantizar que se tomen decisiones informadas.
Tener un plan para lograr mantener el timón de la atención hacia lo relevante, tanto a nivel individual como colectivo, es cada vez más importante. De lo contrario, la organización puede descubrir que gran cantidad de su esfuerzo se pierde irremisiblemente, ya que el tiempo dedicado a distracciones no se recupera. Como dice el monólogo final de Blade Runner: ‘Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia’.
¿Quieres que tu organización genere grandes ingresos? ¿Prefieres que tenga un impacto social positivo? ¿O que sea reconocida como el mejor lugar para trabajar?
Independientemente de tus objetivos, una cosa está clara: el recurso principal que cualquier propósito requiere es la atención.
Al final, lo que permitimos que capte nuestra atención no solo define nuestro día, sino también el sentido mismo de nuestro trabajo.
Gracias por tu atención.
Foto de Markus Spiske en Unsplash
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