20 de Noviembre de 2024
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julio 1, 2018 9 min
Amazon se lo come todo
Los últimos movimientos de Amazon nos hablan del futuro del retail, y también del futuro del trabajo y de las organizaciones.
A principios de mes la noticia de que Amazon está introduciendo en Europa su marca privada de ropa Meraki encendía las pocas alarmas que todavía no estaban encendidas en el sector: Ya no es que Amazon venda ropa, sino que la vende con su propia marca y además irrumpe en una categoría (la moda «low cost») donde compite frente a frente con pesos pesados como Primark o la cadena Lefties, propiedad de Inditex.
No obstante, la noticia no debería sorprender a nadie. Meraki no es más que una más de las muchas marcas privadas de ropa y accesorios que desde hace ya algún tiempo Amazon ofrece a sus clientes en Estados Unidos. Marcas entre las que se cuentan Kold Feet (calcetines de deporte), The Plus Project (tallas grandes), Emma Riley (vestidos de fiesta para niñas), Ugly Fair Isle (jerseys “horribles” para Navidades), Indigo Society (jeans para mujer), Madeline Kelly (ropa interior para mujer), Ella Moon (vestidos ‘boho-chic’), Good Brief (ropa interior para hombre), 28 Palms (camisas hawaianas), Goodsport (ropa de deporte), Buttoned Down (camisas formales para hombre), Ocean Blues (bikinis), The Cambridge Collection (vestidos para “damas de honor”) y así hasta más de 50 nombres que, hoy por hoy, conviven con conocidísimas marcas que no tienen ningún reparo en vender sus productos a través de Amazon y que pelean entre sí (y con las marcas de Amazon) por tener visibilidad en esta plataforma de manera muy parecida a como luchaban por un buen “corner” en unos grandes almacenes hace no demasiados años.
Pero no nos engañemos. Esto no es más que la punta de un iceberg…
Esta explosión de marcas privadas es tan solo un reflejo de una estrategia de integración vertical por la que Amazon se está convirtiendo también en fabricante.
Para empezar, esta explosión de marcas privadas es tan solo un reflejo de una estrategia de integración vertical por la que Amazon se está convirtiendo también en fabricante. Es muy significativo que el año pasado Amazon obtuviese permiso para poner en marcha en Norristown, Pennsylvania, una fábrica con capacidad para producir hasta 25 millones de prendas de ropa al año. Como también lo es que registrase la patente de un sistema para el corte bajo demanda de prendas de ropa que hace posible fabricar las prendas a medida que se reciben los pedidos de clientes.
Sumemos a esto la noticia de que un equipo de Lab126, la unidad de investigación y desarrollo de Amazon, ha desarrollado una solución de inteligencia artificial capaz de detectar un estilo o una tendencia a partir de imágenes, por ejemplo en Instagram, y de diseñar, ella solita, nuevas prendas en línea con ese estilo o con esa tendencia.
Y la cámara Echo Look, integrada con Alexa, gracias a la cual podemos tomar fotografías o videos de nuestra ropa para crear conjuntos, obtener feedback sobre cual nos queda mejor (o cuál encaja más con la moda del momento), obtener recomendaciones de nuevas prendas que combinan bien con otras que ya tenemos en nuestro armario y, quién sabe, puede que no dentro de mucho también tomarnos medidas para garantizar que la ropa que compramos nos queda siempre como un guante.
Amazon también está introduciendo interesantes novedades en la forma en que hace llegar sus productos a sus clientes.
Pero esto no es todo. Amazon también está introduciendo interesantes novedades en la forma en que hace llegar sus productos a sus clientes. Por ejemplo, hace un par de meses Amazon anunciaba el lanzamiento en Los Angeles de Shipping with Amazon (SWA), su servicio propio de envío de paquetes a sus clientes. Una noticia que, por cierto, provocaba que la cotización de las acciones de empresas como UPS y Fedex experimentasen descensos de más del 5%.
En paralelo, Amazon sigue apostando por Amazon Flex, un programa no exento de polémica, que llegó a Madrid a finales de 2017 y a través del cual cualquier persona que disponga de un par de horas diarias puede obtener algunos ingresos extra haciendo de repartidor para la empresa.
Además, Amazon ha decidido ampliar el alcance de su servicio Prime Wadrobe que permite a algunos de sus clientes pedir un paquete con entre tres y ocho prendas, probárselas en su casa, decidir con cuáles se queda, y devolver sin coste aquellas que no le han convencido.
En la lista también debemos incluir el servicio Amazon Key, basado en una combinación de la nueva Cloud Cam de Amazon y una cerradura inteligente de forma que cuando un mensajero llega a nuestra casa y se encuentra que no hay nadie, escanea el código de barras del paquete y envía una solicitud a la nube de Amazon. La nube otorga permiso enviando un mensaje a la cámara, que comienza a grabar y la puerta se desbloquea. Una vez que el mensajero se va y cierra la puerta la cámara deja de grabar y el cliente recibe una notificación de que ha llegado su entrega, junto con un video donde puede ver cómo se ha hecho la entrega.
Y, por supuesto, no nos podemos olvidar de Prime Air, el sistema de entregas mediante drones para el que Amazon ha registrado numerosas patentes entre las que se incluyen las «colmenas de drones» de las que se hicieron tanto eco los medios hace unos meses, un dirigible lanzadera, un sistema de alojamiento y despegue de drones desde trenes, camiones y barcos, y plataformas para que los drones puedan «anidar» en las farolas de las ciudades.
Por tanto, podemos sin mucho esfuerzo imaginar un futuro no muy lejano en el que Amazon fabricará “just in time” las prendas que escojamos de entre las que nos propondrán (y diseñarán a nuestra medida) sus algoritmos. Luego posiblemente será un dron quien dejará el paquete en nuestro hogar aunque en ese momento no estemos en casa.
¿Cuánto tardará en ser esto una realidad? Esa es probablemente la única duda.
Bill Taylor, cofundador de Fast Company, publica este mes de junio un artículo en Harvard Business Review en el que se pregunta algo indignado cómo es que el CEO de Amazon, Jeff Bezos, en sus cartas anuales a los accionistas, apenas presta atención a los empleados de sus almacenes y centros de distribución, cuando son estas personas quienes mantienen las cosas en movimiento.
¿Podría ser porque consciente o inconscientemente ya las ha descontado de la visión que tiene del futuro de su compañía?
Taylor comienza su artículo destacando la enorme diferencia que existe entre el salario medio de Amazon (USD 28.446) y el de Facebook (USD 240.000). Muy probablemente cuando el escenario que describíamos antes se convierta en una realidad esta brecha se habrá cerrado y el salario medio en Amazon será muy superior, pero el número de empleados también será muy diferente…
Imagen Jeffrey bajo licencia Creative Commons
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