20 de Noviembre de 2024
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junio 1, 2018 9 min
Población inactiva: el tsunami que viene
Sin que apenas nos hayamos dado cuenta la población inactiva española supera ya los 16 millones de personas y sigue creciendo. Un gran problema si no hacemos algo pronto
La población inactiva es un indicador al que no se suele prestar demasiada atención. En los medios de comunicación se habla habitualmente de parados o de ocupados, o del porcentaje que los primeros representan sobre la población activa (la tasa de paro), pero rara vez nos encontramos noticias que nos explican qué es lo que está pasando con la población activa y, menos aun, con la población inactiva del país.
Sin embargo, son dos métricas que los responsables de gestionar personas en las empresas deberían seguir de cerca, y los políticos tener muy en cuenta, ya que son fundamentales para entender hacia donde se dirige el mercado de trabajo de un país o de una región, y muy relevantes a la hora de abordar temas con un gran impacto social como es el futuro de las pensiones.
Población activa
La población activa es la suma de los parados y los ocupados de un territorio. Es el resultado de una serie de flujos de entrada y salida: estudiantes que se incorporan a la vida laboral y otros que vuelven a los estudios, inmigrantes que llegan, emigrantes que se van, jubilaciones, fallecimientos, y personas que simplemente deciden dejar de buscar empleo. Los trasvases que se producen entre parados y ocupados (por ejemplo cuando una persona en paro encuentra empleo, o cuando alguien pierde su trabajo) no afectan a ese total.
Lo que pasa en nuestro país es que la población activa no ha dejado de disminuir desde 2012. En concreto, entre marzo de 2012 y marzo de 2018 la población activa española ha decrecido en 763.000 personas. Entre las causas ha habido de todo: jubilaciones, personas que han decidido emigrar a otros países, inmigrantes que han regresado a sus países de origen, jóvenes que optan por prolongar su formación académica ante la falta de oportunidades laborales, parados de larga duración que han decidido tirar la toalla…
Población inactiva
Frente a la población activa tenemos la población inactiva. Son todas las personas de 16 o más años no clasificadas como ocupadas ni paradas. Este colectivo está formado principalmente por aquellas personas que únicamente se dedican a tareas domésticas, estudiantes, jubilados y prejubilados, otros pensionistas, trabajos sociales no remunerados, personas incapacitadas para trabajar, rentistas, etc. Aquí la historia es parecida, aunque de signo contrario. Desde marzo de 2012 hasta marzo de 2018 la población inactiva española ha aumentado en 688.000 personas.
Aumenta el empleo, baja el paro
Las noticias que recibimos a través de los medios son buenas: sube el empleo, hay menos parados, aumentan las cotizaciones… Podríamos pecar de triunfalistas y alegrarnos porque, aunque la población inactiva del país ha crecido en 688.000 personas, hay 1,1 millones de ocupados más que en 2012. Y esto a pesar de que deberíamos poner estos números en perspectiva y tener en cuenta dos cosas: primero, que venimos de un escenario dramático, donde la cuarta parte de la población activa española estaba en paro, y segundo, que, pese a los innegables avances, la tasa de paro hoy por hoy sigue estando por encima del 16%, lo que no es para echar cohetes.
¿Dónde está entonces el problema?
Lo que resulta preocupante es que en el período al que nos referimos (mar. 2012 – mar. 2018) la tasa de actividad en España (es decir, el porcentaje de activos respecto a la población total de 16 y más años) haya pasado de un 60,31% a un 58,5%.
Es preocupante que la tasa de empleo (el porcentaje de ocupados respecto a la población total de 16 y más años), a pesar de todos los esfuerzos y de haber pasado de un 45,7% en 2012 a un 48,7% en 2018 siga tan lejos del 54,7% al que llegamos en verano de 2007.
Es preocupante que, a consecuencia del crecimiento de la población inactiva, toquemos a 1,17 personas ocupadas por cada persona inactiva y que, aunque este ratio haya mejorado algo en los últimos años, sigamos a niveles de 2012 …
Pero el gran problema es que la tasa de actividad en nuestro país va a seguir bajando, muy pronto será inferior al 50% y esta caída se agravará en los próximos años como consecuencia de la estructura demográfica de nuestro país, la llegada en bloque de los baby boomers a la edad de jubilación, la baja natalidad y el aumento de la esperanza de vida.
El perfil demográfico de la población activa española debería hacernos pensar. En la última década, el segmento de personas de más de 50 años, que hoy representa un 26,5% de la población activa, ha crecido un 44,8% mientras el grupo de personas de entre 35 y 49 años ha aumentado tan solo un 10% y el de los menores de 35 años ha decrecido un 34%…
Como también da que pensar que la tasa de actividad de los trabajadores extranjeros en España sea significativamente superior a la tasa de actividad de esta categoría de trabajadores en otros países de nuestro entorno. Dudo que se deba a que los españoles somos más acogedores que otros europeos…
Empieza a ser urgente que todos los agentes sociales asuman su cuota de responsabilidad y pongan de su parte para hacer frente a estos desafíos.
Ante esta situación empieza a ser urgente que todos los agentes sociales asuman su cuota de responsabilidad y pongan de su parte para hacer frente a estos desafíos. No es posible seguir haciendo el avestruz.
Empresas, trabajadores, gobernantes, educadores, partidos políticos, sindicatos. Es necesario que entre todos pongamos remedio a la falta de perspectivas laborales a la que se enfrentan los jóvenes en nuestro país, una triste realidad que les lleva en algunos casos a emigrar, en otros a prolongar innecesariamente su formación académica, y en otros a aceptar trabajos basura. Es preciso también hacer algo respecto a la escasez de oportunidades laborales para los parados de más edad que desean trabajar pero no encuentran dónde porque, aunque nadie se lo dice, nadie les quiere. Y, por supuesto, articular mecanismos que faciliten el reciclaje profesional de las grandes bolsas de trabajadores que podrían perder su empleo como consecuencia de la generalización de avances tecnológicos cuyo impacto es difícil de anticipar.
Es un ejercicio de responsabilidad por parte de todos que no puede esperar mucho más.
Imagen: Ebroh bajo licencia Creative Commons
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